Ningún gran escritor es feliz

Mario Vargas Llosa es, esa mañana del 7 de octubre del 2010, el hombre más buscado de la tierra. Le acaban de conceder el premio Nobel de literatura. Destaco en este post algunos resúmenes de las entrevistas leídas durante esta semana y termino con un regalo invitación.

Trabaja en la universidad de Princenton, sus estudiantes son una elite. Este curso hubo 17.000 solicitudes para tan solo 1.200 plazas. Todos tienen calificaciones muy altas y los gastos de enseñanza y manutención ascienden a unos 55.000 € anuales, por lo que existe un sistema de préstamos y becas. Un aprobado raspado se castiga con la expulsión.

Dos son los cursos que imparte: uno sobre técnicas narrativas y otro sobre Borges. Dice de Borges que era muy difícil ser su amigo, él se había inventado una persona pública, casi no veía ya y hablaba en un continuo monólogo dirigido a un auditorio que cambiaba aunque él no pudiera notarlo. No creía en la importancia de su obra y sus grandes placeres no tenían que ver con las vanidades de este mundo sino con las ideas, las imágenes, la poesía, la literatura… Él dijo: muchas cosas he leído y pocas he vivido. Para Mario Vargas Llosa la lectura es fundamental, sigue siendo el placer supremo, pero no podría vivir sólo de lecturas. En cambio cree que Borges sí.

Reflexiona Marcos que “despojado de misterio y tabúes, hoy, el sexo es para los jóvenes un entretenimiento, una gimnasia, mientras que para mi generación era el misterio central de la vida, acercarse a las puertas del cielo y el infierno. Tal vez sea bueno que el sexo haya pasado a ser algo natural. Pero para mi aún no lo es. Ver una mujer desnuda en una cama es la más inquietante y turbadora de las experiencias, algo trascendente. Vargas Llosa tiene 74 años.
El trabajo es lo que organiza mi vida y me equilibra. Si se interrumpe, siento un gran trastorno, una descomposición de la vida, una enorme desorganización.

Hace 20 años compitió en Perú por ganar las elecciones que perdió contra Alberto Fujimori, hoy en la cárcel. Descubrió que, como todo, la política es también una técnica donde sale lo peor: intrigas, conspiraciones, cálculo, cinismo… fue traumático. Pero es mejor conocer eso que tener una idea absolutamente equivocada de lo que es la vida política. Quien se mete en política, como dijo Max Weber, sella un pacto con el diablo, porque accede a usar como medios el poder y la violencia y ve cómo no es cierto que el bien produzca el bien y el mal produzca el mal, sino frecuentemente lo contrario.

Dice que el teatro es fascinante para un novelista. La interpretación te permite esa experiencia única que es volverte tu mismo una ficción. Mientras dura el espectáculo tu no eres el que eras, pasas a ser otro, y otro que convive con otros en un mundo imaginario. Es algo único. Se rompen las barreras y haces cosas que no habías soñado hacer. Tienes emociones, sentimientos, sensaciones que no son naturalmente las tuyas sino que provienen de una fantasía. Todo el mundo anhela eso, lo sepa o no lo sepa. ¿Porque si no, leemos novelas?

Paco Aviñó

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