Hoy en día la mayoría de la gente seguimos sin tener ni idea de cómo se describe verbalmente el trago de vino que tenemos dentro de la boca. Es difícil de explicar a qué saben las cosas, ponerles nombre y rebuscar en nuestra memoria un color, un aroma, un sabor, para acertar, más o menos.
En el caso del vino, todos coincidimos en que los expertos en el tema exageran y el arte de la cata se ha convertido en algo tan solemne y exclusivo que parece que si no adivinas la añada, el tipo de roble y una docena de adjetivos más, somos unos tontos solemnes.
Al final lo importante es relajarse, disfrutar del vino y poco a poco describir las sensaciones que encontramos, esto siempre ayudará a tener al lado a una persona que tenga un poco más de experiencia y que nos ayude a buscar la palabra y a definirnos el sabor que estamos intentando matizar.
Tampoco podemos quedarnos en el «me gusta» o «no me gusta», perdemos la ocasión de conversar de algo que es realmente apasionante, de sacarle punta. Sería como tener afición al fútbol y sólo interesarte por el resultado, sería como ver un partido de fútbol en un televisor a cien metros, viendo el espectáculo borroso, esto es lo mismo, si no vamos un poco mas allá, todos los tragos de vino están borrosos y al final el resultado puede ser inexacto, pues tu memoria si no aprende a ordenar los matices, da un resultado a voleo o sólo aprecia lo que le resulta familiar y rechaza lo desconocido.
Mientras navegamos en este mar de dudas y colores, bien nos vendrá aprender unos cuántos términos para defendernos con un poco de soltura y elegancia. Más adelante complicaré un poco más, y un poco más y hasta intentaré atreverme a realizar junto a vosotros catas y reportajes, estoy seguro de que juntos aprenderemos más sobre vinos. Eso si, aprender de vinos, sin chorradas.
Empezaremos con dos términos relativos al color, tres al aroma y dos a la boca:
– Vivo. Diríamos que un vino está muy vivo cuando refleja la juventud del vino a través de colores muy luminosos y brillantes, parece que se mueve más rápido de lo que se mueve. Son tonos muy parecidos a la sangre superficial, en los blancos esta expresión es más difícil de captar, según la variedad de uva y el tiempo de maceración con la piel la expresión es muy diferente y puede confundirnos.
-Ribete, borde u orilla. Es el color del vino que aparece en el extremo superior cuando inclinamos la copa sobre un fondo blanco y que se ve menos intenso que el centro de la copa. En un joven será violáceo o frambuesa, en uno más maduro será granate y si ha permanecido en botella más de cinco años, será teja árabe o ladrillo.
-Balsámico. Aroma producido por una crianza en madera acelerada por las altas temperaturas de zonas cálidas. Imagínalo comparando el perfume de una madera seca y otra húmeda. También se refiere a los aromas de hojas secas, eucalipto, laurel o inciensos.
-Cacao. Aroma suavemente tostado y fino que se produce en vinos con crianzas en madera y que han evolucionado muy bien en botella. Siempre recuerda que el cacao está sutilmente tostado para asociar los aromas.
-Franco. Un vino en el que no se aprecia ningún defecto, tanto al olfato como al gusto. Entra directo tanto en boca como en nariz agradando sin por ello ser superficial.
-Blando. Es un vino bajo en acidez y falto de frescura. Sin mucha personalidad que al final termina por aburrirnos.
-Untuoso. Relativo al tacto graso, cálido y ligeramente dulzón, más acentuado en los vinos dulces y algún blanco. Notaremos que se pasea de manera más espesa y agradable por nuestra boca.
Continuará. Paco Aviñó.
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