La importancia de los manteles y servilletas

Nadie parece dar ya importancia a la mesa bien vestida, a las telas bien lavadas,  bien perfumadas. Todo lo contrario, la moda parece ser desvestir las mesas, e incluso, algún atrevido que vende menús de precio elitista  utiliza servilletas desechables y fulmina los manteles. Eso sí, todo vestido, (o desvestido) de un discurso que alude a la modernidad y al minimalismo.

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En Genuí seguimos lavando la ropa con los mejores productos, para dejarla limpia y perfumada, seguimos planchándola a mano. Dando un trato especial a las servilletas que después serán utilizadas por nuestros clientes. De ello se encarga nuestra tintorería de toda la vida, MONT BLANC. Nos gusta vestir a la mesa de etiqueta. Disponerla.

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Aunque a veces, las modas son ventajistas, una excusa para ahorrarse los costes de lavandería. Creo que todos estamos de acuerdo, en encontrar una cierta calidez al apoyar nuestros codos, antebrazos en las telas que visten las mesas, sentir que el mantel nos arropa las rodillas y, cómo no, limpiarte los labios con una servilleta de tela, limpia, con el perfume de un buen suavizante, es sin duda un valor añadido. Pero claro, todo eso supone, un esfuerzo y un gasto.

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La importancia de las comidas en la tradición judeo-cristiana contribuyó significativamente al desarrollo del mantel, al cuidado de la mesa.

Los galos y romanos usaban manteles de lino, algunas veces de colores. Los invitados llevaban sus propias servilletas.

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Fue en la edad media que los manteles cobraron importancia y se utilizaban frecuentemente. Se convirtieron en objeto de genuina veneración, debido a que eran una marca de nobleza de los lores y solo se compartían con personas del mismo rango. La mayoría de los manteles eran decorados con bordados y flecos. Al mismo tiempo que simples manteles aparecían, por ejemplo en algunas tabernas, la gente limpiaba sus manos en un largo pedazo de tela puesto en el borde del mantel.

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El siglo XV vio el surgimiento del “touaille”, el ancestro de la servilleta. Esto era una larga tira de material de más de 13 pies de largo, doblado en dos sobre una varilla y pegado a la pared como una toalla.

La servilleta como la conocemos hoy, data del siglo XVI, pero era bastante larga. Era elaborada con lino de damasco y pronto se volvió popular su uso.

Para esta época estaba de moda doblar manteles y particularmente las servilletas con forma de pájaros, animales y frutas. Esta tradición perduró más de 200 años. En los 80, cuando yo recibí mis primeras clases para el montaje de la mesa, los mayores me enseñaron este estilo decorativo. 

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Con la caída del Imperio Romano la servilleta cayó en desuso. Considerada como un símbolo del Imperio, fue prohibida y castigado su uso con la extirpación de falanges de los dedos.

No fue sino hasta la Revolución Francesa, en la que un Noble que pudo zafarle a la guillotina, pusiera sobre la mesa (otra vez, literalmente) una idea que lo sacó a flote. Al verse expropiado de su bienes y asumiendo una identidad falsa, el Duque Jaques de Serviliet abrió un restaurant implementando una estrategia de marketing muy novedosa: envolver los cubiertos junto al plato con un trozo de tela que podía ser utilizado durante la ingesta como adminículo de limpieza labial.

Muchos años han pasado ya desde que los vikingos comían sentados sobre fardos de heno, con los que limpiaban sus manos durante la cena. Por otro lado, la aparición de la servilleta se remonta a Leonardo Davinci quien se cuestionaba que el Señor Real tenga que limpiar sus cubiertos en las faldas de los comensales a su lado.(Historia Servilleta).

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Cabe resaltar que en la corte de Ludovico se acostumbraba a amarrar conejos con cintas en cada silla para que los invitados luego de comer con las manos se pudieran limpiar la grasa y la suciedad en mencionados animales.

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Siempre me ha gustado la mesa bien vestida, sin recargarla, sin ser extremadamente clásico. Recuerdo también, hace años, algunos, cuando estrene casa en la Albereda de Silla, siempre que invitaba amigos, serbia las cenas con mantel y servilleta, buenas copas, buenos platos y mejores viandas. Con el paso de los años, reconozco que en casa paso del mantel y la servilleta, no de las buenas viandas claro. También es cierto que los amigos ahora nos reunimos mas en restaurantes o bares, nos hemos acomodado y nos gusta que nos lo den resuelto.   Las nuevas formas de la vida moderna, basadas en la prisa y condicionadas por el trabajo fuera de casa, repercuten en la decoración de la casa y en el  esfuerzo dedicado a la preparación de la mesa. Vivimos de otra manera. Pero cuando uno va al restaurante, va al restaurante, con lo que ello conlleva. Salir es una celebración, y recibir a los comensales, también.

Paco Aviñó

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