Cuando tenía quince años, me preocupaba el mundo, me encontraba en una situación de desasosiego y miedo al pensar que, cuando fuera mayor no pudiera ser autosuficiente para poder comprarme por ejemplo, un coche o simplemente, el hecho de poder realizar un viaje entre otras muchas cosas.
Me asustaba la incertidumbre y la inseguridad de un niño que, se sentía orgulloso solo de pensar que haría algo bien y que por ello, sería remunerado aún sin saber por qué. Si eso era así, podría llevar una vida más divertida e interesante que la mayoría de la gente que yo conocía y que tenía como referente en un pueblo como Alcacer en los años 80.
Hoy en día, todo esto es impensable, pero en aquella época hasta el mero hecho de ir a la playa o a la ciudad, era algo excepcional. Es por ello que, la vida vista así parecía rutinaria y previsible. Hecho que hacía soñar a los adolescentes de entonces con una vida más interesante y llena de retos. Además, no existía internet.
Desde ese momento, la vida me ha ido fluyendo siempre con una pizca de ansiedad, fruto de mi nivel de exigencia y mis enormes ganas de trabajar mezclando todo ello con un torrente de ideas que me colapsan el tiempo y el cerebro.
A partir de los cuarenta, he sentido la satisfacción borrosa por mi pelea vital y, a partir de los cuarenta y cinco, he comenzando a sentirme plenamente feliz. Digo plenamente feliz porque hasta entonces no lo había logrado con totalidad, ya que tenía la sensación de que no había llegado a conseguir nada. Aunque justamente, era todo lo contrario.
Hoy por hoy, debo deciros que cada día soy más feliz y, que todos aquellos pensamientos que tenía cuando era adolescente, se han visto desbordados. Me parece impresionante el salto que hemos dado en apenas treinta años. La vida ahora es tan divertida que veo imposible hacer todo lo que está a mi alcance, desde ver todas las pelis que me gustaría, leer todo los libros, escuchar toda la música, hasta visitar todos los restaurantes y hacer todas las cosas que me llaman la atención y me interesan. Es alucinante todo el ocio que cae en nuestras manos solo con conectarse a la red, así como todo el talento de millones de personas disponibles con tal solo un clic. Y así, infinidad de cosas.
Cocinar, atender mesas, gestionar un estilo gastronómico, es la forma de expresarme y comunicarme con el mundo, mi vehículo para conocer nuevas personas y hacer amigos. Además, de ser la forma en la que me gano la vida. Todo una fuente de vida total. Y, es en mis momentos de descanso e intimidad donde hago algo parecido a todo lo que soñaba. Me parece que el mundo hoy es una pasada, eso sí, hay que estar al loro y no dormirse en los laureles.
Todos los días, pero especialmente hoy, me apetecía compartir con todos vosotros esto.
Muchas gracias a todos por leerme, Paco Aviñó.
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