Amor

Hoy sé del amor que se acaba, así, de golpe. El goce pasado de ver el mundo compartido se lleva consigo de un tirón hasta las entrañas, es algo seco, frió, un frió enfermizo. Decimos que nos duele el corazón, el pecho, el celebro. Porque es un absoluto, cara, cruz, lo toma todo, lo pierde todo. En el no hay compasión, ni piedad, ni ternura: eso son sentimientos periféricos, cosas ajenas al amor. El amor, a los hombres nos arrebata el tuétano y los huesos, nos invade lo mas hondo de lo hondo, la inconciencia. Al acabarse nos desahucia sencillamente de nosotros mismos, ni nos conocemos después, perdidos quedamos, estando sin estar, andando en otra parte. Tendríamos que amar sin una idea preconcebida de lo que esperamos a cambio de nuestro amor, pero eso con el paso de los años es más difícil, que digo, imposible. Tendríamos que amar sin esperanzas, gratis, como los niños que esperan no un juguete, no un caramelo, no, sino solo todo: la vida. Y resignarnos a perderla luego, que fácil decirlo. Pero no estamos hechos para eso, no somos así, no es tan sencillo. Estamos hechos para sobrevivir; para continuar afeitándonos, comiendo, resolviendo problemas, agonizando, eso si, disimulando. En carne viva, si, sangrando, pendientes solos del hueco que queda, del ruido de una puerta cerrada, del eco de una voz, de un timbre, un perfume, de un teléfono, pero vivos: en carne viva. Así somos. ¿ y de veras el mundo no se hunde? El corazón: eso es lo único que importa. A ti y a mi nos duele. No hay nadie que desde allí nos llame. Recordar que en una noche de agosto, se inauguraba, junto al mar, algo muy parecido a la felicidad. Que descuidados, que desdichados, suena un eco de risas. Su hunde el mundo. Tenemos miedo de hablar.

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