La ciudad de Valencia y las comarcas que la rodean amanecieron el viernes bajo una fina lluvia de cenizas, en las noticias del jueves noche los informativos ya nos hablaban del trágico descuido que provocó un incendio, por lo tanto, sabíamos lo que nos caía encima.
Hemos vivido estos últimos días bajo un cielo gris, un gris un tanto singular, pues el humo de la quema de nuestros bosques no cubre el cielo como las nubes y el sol pasa levemente dejando, no un color, sino una sensación de un rojo plomizo, tan plomizo como el estado de ánimo que nos contagia vivir así varios días seguidos, sabiendo además que la inmensa hoguera consume rápidamente hectárea, tras hectárea tanto ser vivo, tanta vida, tanta belleza.
A cincuenta kilómetros la lluvia de ceniza cubría los coches, las sillas de las terrazas, los balcones, e incluso el sofá de casa al colarse por la ventana entreabierta.
¿Cómo, cómo, cómo es posible que por un descuido ardan cincuenta mil hectáreas, (50.000 campos de fútbol)? No te lo explicas, es inexplicable la fragilidad de algo tan inmenso y colosal, de algo tan vivo y fuerte, no te lo explicas.
Piensas: es inevitable entre tanta masa de gentes y árboles que no ocurra alguna vez una tragedia como esta, pero nunca te puedes imaginar que al fuego le cunda tanto, que gane tan rápidamente la partida. También piensas, ¿como es posible que no podamos controlarlo?, prevenirlo con un plan colosal. Lo piensas una y otra vez.
Cierto es también que se han dado todas y cada una de las condiciones perfectas para que estas chispas enciendan el monte, cierto es también que en el futuro estas condiciones climatológicas serán habituales.
Termina la semana y sus obligaciones dejando paso al fin de semana y su espacio de ocio, en la noche, en un cielo sin estrellas ni luces en el horizonte, debido a la gran humareda la nariz percibe los matices tostados del humo de la quema a cincuenta kilómetros de distancia, el infierno se ha desatado, millones de plantas y animales están falleciendo.
Mil veces te preguntas cómo poder ayudar, qué puedes hacer, pero sabes que solo puedes ser un estorbo, ni siquiera te dejarían pasar pues todas las carreteras están cortadas y hay profesionales y gentes de la zona salvando lo inevitable. Tu no pintas nada allí ahora, sólo te queda rogar que termine el infierno lo antes posible. Lo intentas, te desplazas y la Guardia Civil te ordena volver sobre tus pasos.
Al final te acuerdas y te olvidas intermitentemente pues ya estas acostumbrado a soportar el dolor ajeno con cierta costumbre, cuando no sucede una cosa, sucede otra y aunque lo sientas, mientras no te sucede a ti, lo sobrellevas y puedes hasta acabar olvidándolo, es ley de vida, lo contrario nos llevaría al psicólogo. Mientras tanto las avionetas no paran de cargar agua de la Albufera.
Este luto incendiario contrasta con la alegría y la euforia del país entero ante la posibilidad del triunfo de la selección española de fútbol. Por la calle te debates internamente: como me voy a reír si está ardiendo media Comunidad, como voy a estar serio si nuestra selección está a un paso de conseguir la proeza de las proezas.
El domingo amaneció gris, los arrozales que están en pleno esplendor, con un verde similar al del campo de fútbol en el que España humillaría a Italia estaban cubiertos de una fina humareda que se acumulaba justo en todo el perfil que delimita los arrozales con el mar, antes la Devesa, donde se acumulaba la nube de humo suspendida, desde Cullera, pasando por el Palmar y hasta el Saler. Creaba un paisaje nuevo, con colores y sombras diferentes, con luces tenues no habituales a primera hora de la mañana, una sombra-penumbra-serena-inquietante.
Al llegar al mar, el de la playa del Saler, las olas batían fuertes para una hora tan temprana, los barcos inmensos que fondean a la espera de su turno para descargar en el puerto de Valencia apenas se veían pues la niebla de humo todo lo cubría, el sol no brillaba pero se intuía, las gentes aparecían tímidamente con los aperos playeros sin saber a qué atenerse, un día extraño. En el horizonte se adivinaban barcos y más barcos con velas, salían de los puertos recreativos creando un perfil aparentemente lleno de sombras y fantasmas borrosos vagando bajo la niebla incendiaria, de pronto las olas frenaron su impulso, el viento cambió, la niebla desapareció y el mar de fantasmas se llenó de barcos preciosos que antes parecían lejanos e invisibles, y así, el mar, las olas y el viento cambiaron de perecer soplando en ambas direcciones durante toda la mañana. No puedo ni imaginarme la locura de los bomberos y los medios aéreos para intentar adivinar el avance de las llamas.
Faltan cinco horas para el partido España Italia, la locura se enciende y se nota en el ambiente, gorras, banderas y cánticos. Las redes sociales se solidarizan con los incendios y el sufrimiento de las gentes y los pueblos afectados. También comienzan, en pleno drama, los juicios: ha sido tu gestión, por tu culpa, no, por la tuya, por tus recortes, no, por tu negligencia… por otro lado: que ponga un nueve, que saque dos delanteros, un falso central, si, no, a por Fabra, que salga Llorente, Mariano ven a Valencia, que no te importa nuestra tragedia, Del Bosquee, ni idea, como vamos a ganar si no sacas delanteros… Por otro: Todos los que no sean del PP, al ataque contra los recortes del los bosques. Del Bosque, el bosque, fútbol e incendios intermitentemente eran protagonistas entre las redes de todo tipo.
Y así, avanzó el día y los incendios, al final casi todo el mundo se marchó a ver el partido. Ganó España y la gente se alegró (yo también). Todas las ciudades españolas salieron a la calle a celebrar el triunfo, entre gritos de euforia y alegría, se desató una locura apasionada como sólo el fútbol puede desatar, como si a todos les hubiera tocado la lotería, como si en una noche se hubieran sacado una carrera de golpe, como si la chica más deseada les hubiera dicho: «sí, quiero». Es algo increíble, unos gritos, una emoción, un patriotismo, viva España. España España España.
El lunes todo pasó, y otra vez no se que cara poner, no quiero ser aguafiestas y la selección ha conseguido algo muy importante, tendré que afeitarme, ponerme una camisa alegre y sonreír para no desentonar. Además tengo hasta vergüenza: no vi el partido de fútbol, tendré que mentir si alguien me pregunta, no quiero desentonar.
O por el contrario, me visto como para ir a un funeral, dejo mi semblante serio pues los incendios siguen en marcha, aunque están más controlados, pero han sido devastadores, cuando pasen unos días se verá la colosal envergadura de lo sucedido y por supuesto entonces se tendrá que abrir una investigación y un debate para buscarle una solución futura para que estas cosas se puedan controlar de forma eficiente, como voy a andar entonces sonriendo por la calle.
Sea como fuere, ayer domingo descansé y hoy lunes estoy absolutamente cansado y confundido, me pesa la cabeza y se me mezcla la imagen de todo el mundo celebrando, otros protestando de forma oportunista, mientras otros están sufriendo mucho y nunca recuperarán lo que han perdido, que es de todos, pero que no a todos nos afecta por igual, ni los incendios, ni el fútbol.
Ojalá pronto vuelva la vida a la zona afectada, ojalá nuestros gestores estén a la altura y sepan organizarse, si esto se puede arreglar en dos décadas, que no sea en cuatro, aunque todos sabemos que nunca será lo que fue, también sabemos que no ha sido la primera vez que ocurre. También sabemos que los incendios son inevitables, que todos los años sucederán miles, pero también sabemos que con lo que cuestan diez kilómetros de carretera se puede evitar que un incendio alcance una gran magnitud. También sabemos que hay cosas que son imprescindibles, independientemente del color de quien gobierne, (son lo mismo) y que se deberían gravar en la constitución, cumplirse de forma eficiente y sancionarse en caso de omisión y falta de diligencia.
Cortes de Pallás, Yàtova, Macastre, Dos Aguas, Alborache, Turís, Montroy, Catadau, Carlet, Tous, Andilla, Sacañet, Alcublas, Lliria, Bejis, Jérica, Altura y Manises entre otros, nunca lo olvidarán y durante años lo verán todo de un gris plomizo, como si estuvieran en la luna.
El botánico Don Antonio Josef Cavanilles publicaba para la imprenta Real sus observaciones cuando visitó los montes de Cortes de Pallás, fue en el año 1797 y relata así lo que ahora ha desaparecido, escribo tal cual lo leo:
Los pinos hacen las masas principales, y entre ellos y sus inmediaciones se ven fresnos, cornicabras, sabinas, enebros y una hiniesta parecida à la que Linneo llamó flórida, bien que diferente. Se levanta el tranco con ocho pies y forma después una hermosa copa cubierta de flores amarillas. El romero, el guardalobo, el madroño, el arrayán y el alaterno adornan las cuestas, alternando con lentiscos, brezos, torbiscos, aliagas y xaras: síguese hácia las raices la yedra, el rosal, la zarzaparrilla, cambroneras y adelfas. Además de esos árboles y arbustos tapizan el suelo innumerables yerbas y matas; las coronillas minima y junquera; las onónides leñosa y cabezuda; las escabiosas mordida, afelpada y de flor blanca; los bromos esquarroso y blando; el espato común y el juncal; la estaelina de Linneo; las anágelides tierna y campesina; las escorzoneras de España y con hojas de grama; los cardos pinatifido y de Mompeller; las centaura áspera, apiñada, de Salamanca y Melitense; los lotos peludo, recto y doricnio; muchos antirrinos, siderítides, antílides y gran número de otras plantas.
Termino este artículo el martes, siguen pasando las avionetas y el fuego está controlado, una pérdida humana se añade a la catástrofe. Sé que nada tiene que ver el fútbol y los incendios, son disfrutes y sufrimientos ajenos, se mezclaron en el tiempo y dieron cómo fruto un día de sensaciones extrañas, para pensar, para pensárnoslo todo.
Paco Aviñó
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