Es el deseo más universal de la humanidad. Pero se nos ha olvidado cómo alcanzarla: “Generamos una especie de sentido de la culpabilidad que nos lo impide”.
“La búsqueda de una vida mejor es lo que nos ha sacado de las cuevas, un instinto natural y perfectamente comprensible, pero en el último medio siglo se ha llegado a pensar que es equivalente al aumento de consumo y eso es muy peligroso”,
“Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho”. Lo que se consume, lo que se compra
“son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”,
Se olvida el regalo rápidamente, el modelo queda obsoleto pronto y se comprometen a facilitarle el siguiente. “Para pagarlo necesitarán más éxito profesional, estar más disponibles para el jefe, usar un tiempo que quitarás a tu familia…”.
“Todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”. Ahora, ¿cómo nos comunicamos con las siguientes generaciones? ¿cómo les enseñamos un oficio?
Hace tan solo diez años… los jóvenes que llegaban al restaurante, durante las comidas, escuchaban las conversaciones cruzadas, entre los unos y los otros, era un análisis de platos, comida, servicio, clientes… todo se comentaba…
Ahora en una comida, en un descanso, el personal joven, solo atiende el wassap, no llega nunca a conectar de veras con el entorno laboral que les rodea. No hay trasvase generacional.
No hay tiempo para la reflexión, no crean el suficiente tiempo mental para reposar las ideas, para sacar conclusiones. Cuando les dedicas tiempo para la formación, les expones, a la mínima que te pares a beber agua, ya han ojeado el teléfono para calmar la dependencia.
Ellos no lo saben, pero no llegaran tan lejos, tan lejos y tan profundo como para descubrirse, como para conocer sus potenciales, como para llegar al fondo de su esencia. ¿Cómo se van a descubrir, si nunca están conectados con sigo mismos?. No hay reflexión, no ha silencio mental suficiente.
Cuando exiges profundizar, tomar las cosas con respeto, valorarlas, hacer con cariño una determinada tarea, pensar en que hay detrás de cada cosa… no pueden evitar mirarte, como si verdaderamente hubieras perdido la razón, como si exageraras las cosas a un extremo sospechoso. Les presentas a un personaje importante, histórico, algo que te ha costado preparar un tiempo, y después, ni una pregunta, ni un comentario. Es un punto y final, siempre, no hay continuidad.
No usar con sentido de la responsabilidad los medios digitales, no nos permite, ni siquiera, plantearnos, que existe un estado de bienestar propio, al que podemos llamar felicidad. La vida se puede convertir en un puro trámite, en el que no recuerdo, claramente, si yo, tenía alguna elección.
Consumir no tiene nada de malo, todo lo contrario, es un placer, pero no puede ser un sedante para nuestras mentes, ni para comprar otras mentes.
Lo digital es consecuencia del talento del ser humano, mal usado destruye nuestra esencia.
El homodigitalis ya no busca la felicidad. Está esperando que le llegue, mientras está ocupado en evitar la vida.
Lo digo yo!!!
Saludos, Paco Aviñó

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