La primera vez que entre en la cocina de un restaurante era un niño de aproximadamente 11 años, era la cocina de un salón de banquetes en un domingo de verano, por aquel entonces las cocinas eran espacios improvisados llenos de mesas de madera, marmitas enormes y muchos paelleros en el suelo donde se cocinaban, salsas, sopas y paellas. Recuerdo perfectamente la humedad que envolvía el espacio (un pequeño extractor no era suficiente) el olor a carne cocida de la sopa cubierta y el perfume de los redondos de ternera cociéndose en un caldo de un color muy vivo, la intensidad de los muslos de pavo asados al horno completaban la mezcla olfativa que en ese momento para mi era un conjunto sin matices, un solo olor húmedo, una pizca salado e intenso, bastante intenso, con el tiempo, en esos inicios en los que empecé fregando platos en grandes barreños de plástico azul, asomándome de vez en cuando, por curiosidad en cada marmita, poco a poco sin darme cuenta pude distinguir el olor de cada cosa, cuando me cansaba de fregar platos, (en ese momento solo era un juego) me escapaba a la almacén a poner los botellines de refrescos en sus cajas correspondientes, coleccionando las etiquetas para conseguir premio.
Después trabaje de camarero, sentí una gran satisfacción al llevar un plato de comida a la mesa y ver el disfrute de los adultos, yo andaba por los 13 años, mas tarde empecé a cocinar y siempre me emociona ver sentada una cantidad grande de invitados (500 era un banquete medio en un pueblo) disfrutar de una comida realizada con tu iniciativa. Hacer banquetes y todo lo que envolvía ese mundo mágico me hipnotizo durante muchos años.
Jesús de Nazaret inició su vida publica en un banquete, transformando con alegría el agua en vino, no privándose en su corta existencia de comilonas y saraos, hasta ser tildado por los fariseos de comilón y borracho.
Mi primera experiencia empresarial fue a los 19 años en una heladería con una terraza de 250 sillas, dos años después me asocie con mi cuñado y durante doce años fui propietario de un salón de banquetes en el pueblo de Silla con una capacidad de 1.200 comensales, a los tres años de poner en marcha el salón creamos una empresa de catering para empresas y colegios, gestionando ambos negocios a la vez, para dar por finalizados estos proyectos e iniciar la trayectoria de GENUÍ hace 8 años.
El banquete más grande de la historia lo dio Julio César, acudieron 260.000 invitados repartidos en 22.000 mesas para celebrar su victoria en oriente. Para mí, que el banquete más grande de mi carrera, en una sentada 1.150 comensales, conociendo a la perfección la complejidad de estos eventos resulta algo fuera de toda lógica sentar 260.000. La cocina del imperio romano fue la de una ciudad que domino la tierra, (observando la obra del imperio romano por todo el mediterráneo, entenderemos la envergadura de su pensamiento, incluido, un banquete) todos los productos del mundo conocido se podían adquirir en sus mercados, sobre todo comían muchos pescados y grandes cantidades de mariscos, ellos aprendieron de los griegos y adaptaron sus costumbres en plan bestia.
Fueron los primeros en ornamentar la mesa, con servicio de plata, cuando no en oro, con incrustaciones de piedras preciosas, vajilla y copas de cristal labrado, manteles tejidos con hilos de oro, mesas de artesanía, con pies de maderas preciosas, bronce o mármoles exóticos. Estatuas, bustos, alfombras y tapices completaban el marco donde también los perfumes y las flores tenían su protagonismo. Los banquetes se celebraban al anochecer y duraban hasta bien entrado el siguiente día. Caligula ofreció el banquete más caro de la historia que costo tres toneladas de oro, ya me habría gustado a mi recibir el encargo.
Miles de anécdotas buscare sobre los banquetes mas importantes de la historia, vistos desde mi punto de vista, que en todos estos años he servido aproximadamente un millón de comidas, disfrutare contándote y nos remontaremos 2.300 años atrás.
No puedo contaros en este blog como se puede comer en los restaurantes más caros del mundo a pie de mesa, pues no tengo ni dinero, ni tiempo para ello, sobre todo lo primero. He trabajado mucho, empecé de cero, siempre con grandes préstamos, reinvirtiendo lo ganado, y por diferentes circunstancias aunque puedas pensar al leer estas cifras que tengo un buen fondo de armario, no es así, vivo de lo que genera mi restaurante hoy en día, que es casi nada en esta segunda oleada de la crisis, gracias al invento de las pólizas, uno logra sacar el año y sueña que el siguiente sea mejor. Lo que si puedo hacer gracias a la afición que tengo por mi oficio es buscar información para aprender, calmar mi sed de saber y contártelo.
Saludos desde Valencia, en el primer día de primavera, esta lloviendo a cantaros como no lo ha hecho en todo el invierno del 2012. Paco Aviñó.
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