Los amantes, reposan después de un abrazo encabritado. En la memoria grafica de el, la escena es como la de un cuadro antiguo, en el cual la amada esta a su lado sobre la cama con las piernas recogidas, un chal de seda sobre el hombro y la piel aun húmeda por el amor. El describe así la pintura;
El hombre tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de ella, en intima complicidad. Para mi esa visión es recurrente e inmutable, nada cambia, siempre es la misma sonrisa placida del hombre, la misma languidez de la mujer, los mismos pliegues de las sabanas y rincones sombríos del cuarto, siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo ángulo y siempre el chal de seda y los cabellos oscuros caen con igual delicadeza. Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas.
– Cuéntame un cuento, te digo.
– ¿Cómo lo quieres?
– Cuéntame un cuento que no le hayas contado nunca a nadie.
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