Pensar o no pensar, ésa es la cuestión…

Cuenta una vieja historia que un ciempiés paseando por el bosque se topó con una hormiga. Esta, sorprendida por la elegancia del insecto al desplazarse, le pregunto cómo lograba  caminar de manera tan armoniosa teniendo tantas patas. ¿No tropezaba? ¿No se equivocaba de pie a la hora de emprender la marcha? ¿Nunca se había hecho un lio? El ciempiés, halagado, reflexiono un rato y, con la intención de explicarle a la hormiga como hacía para caminar tan bien, intento hacerlo al mismo tiempo que pensaba, con el resultado de que ya no pudo volver a caminar nunca más.

Un exceso de reflexión puede distorsionar la percepción de la realidad y empañar el disfrute de la vida. La cuestión es: ¿se puede reorientar una mente que anda a su aire algo hiperactiva?
Esta vieja historia junto con las incógnitas que planteo a continuación las encontré  en una revista. Yo personalmente, siempre ando con una nube de pensamientos, demasiados para mi gusto, a veces no me dejan vivir en paz y termino por preocuparme en exceso y aunque siempre saco las cosas adelante, creo que obtendría el mismo resultado sin pensar tanto, sin ese sufrimiento de analizar las cosas al infinito, sin ese sufrimiento de ser extremadamente precavido, pasando incluso a veces las noches en vela.

La vida es rica en experiencias maravillosas, pero también surgen temas para preocuparnos intentando resolverlas dándole demasiadas vueltas y haciéndonos sufrir. Y eso, cansa.

A menudo las personas, como el ciempiés de esta historia, olvidamos caminar con soltura y permanecemos atascados en el circulo de nuestros pensamientos.

El ser humano no puede dominar el mundo con el pensamiento. Pensar mucho no te garantiza el control de las situaciones y nos olvidamos de vivir la vida por el hecho de pasarla reflexionando sobre ella, nos alojamos en el hotel de las noches amargas de la infelicidad quedando desconcertados.

Pensar menos para vivir más. Nuestra red neuronal forma un sistema maravilloso. Pero disponemos de ella para experimentar la realidad, no para filtrarla a través del pensamiento.

Vivir con el supuesto de que solo es factible conseguir las cosas de una manera genera un dolor que no podría tener fin. Recuerda el de aquella mula que, al no poder pasar a través de una pared se obstinaba en golpearla cada vez mas fuerte con la cabeza.

Es justamente con el uso de la razón cuando empezamos a alejarnos de la experiencia y a reflexionar acerca de ella. ¿Qué significan las cosas? ¿Qué van a pensar de mi? De ese modo el niño o el joven se apartan de vivir la vida para reflexionar y encontrar la manera de acertar y agradar. Cuando más dura hayan sido nuestras vivencias de la infancia, más probable es que nuestra necesidad de reflexionar, de asegurarnos, sea mayor. Tal vez por ello, para no sentir la incertidumbre, el no saber que pasara, evitamos volver a lo sensorial a base de pensar y pensar.

El Rey representa la reflexión, vigila que todo esté en orden en el reino para que haya prosperidad; en él se manifiestan las fuerzas de la inteligencia, la autoridad y la decisión. El Héroe dispuesto a todo, encarna la conexión emocional con las cosas; sus fuerzas son el coraje y el compromiso. El Hada simboliza la fecundidad infinita que aporta el poder maravilloso de conseguir las metas.

Siguiendo esta metáfora, se diría que cuando pensamos demasiado nuestra función de Rey está teñida por nuestros apriorismos y creencias. A veces nuestro Rey interno, dando prioridad a su mente, se pierde el disfrute de reinar, de sentir y actuar haciendo más presentes los arquetipos del Héroe y del Hada.

Existen muchos ejemplos cotidianos de como amargarse la vida a través de los pensamientos. Además pensar en no pensar, ya es pensar y hay dilemas que no pueden resolverse pensando. Aprender a combinar pensamiento y acción , aunque no garantiza la felicidad, nos mantiene alejados de la preocupación y suele depararnos y valioso aprendizaje.

«Nunca ararás el campo revolviéndolo con el pensamiento», dice un proverbio irlandés.

En la vida es preciso tomar decisiones y llevarlas a cabo y, cuando lo hacemos, nos sentimos liberados. Dejar de rumiar sin fin requiere la capacidad de darse cuenta de cuando hay que poner fin al pensamiento para pasar a la acción.

La vida no es un problema para resolver sino un misterio para descubrir.
A liberarse. Paco Aviñó

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