Alejados del mundanal ruido, de los atascos y de la marea humana te ofrecemos esta propuesta en un oasis de calma, El Club de Golf Escorpión.
Hemos preparado para ello, un menú sencillo, clásico, para todos los gustos, con la intención de que lo disfrutes en familia. Recuerda también, si quieres disfrutar de la «mascletá» puedes hacer la reserva, hasta las tres y media de la tarde, llegando tranquilamente al restaurante del Club.
Menú San Jose.
Jamón ibérico de bellota y queso curado al romero.
Ensalada de contrastes.
Berberechos gallegos al vapor.
Clotxinas a nuestro estilo.
Arroz meloso de bogavante.
Crema de calabaza asada a la miel, manzana y helado de vainilla, almendra e higo.
Precio por comensal 27€ bebidas no incluidas.
Niños; selección de entremeses, paella valenciana, helado. 15€
Llámanos 96 117 49 78
La víspera de San José se encendían hogueras para anunciar su festividad, recibiendo esa práctica ritual el nombre de falla.
La versión popular del origen de las fallas según el Marqués de Cruïlles, fueron iniciadas por el gremio de carpinteros que quemaban en la víspera del día de su patrón San José, en una hoguera purificadora, las virutas y trastos viejos sobrantes, haciendo limpieza de los talleres antes de entrar la primavera. Además, quemaban sus «parots» (estructuras de las que colgaban los candiles que les daban luz) puesto que con el fin del invierno y la llegada de la primavera, y al hacerse los días más largos, ya no eran necesarios. Según esta teoría, la inventiva popular le dio forma humana a estos parots. Esta leyenda romántica del origen de la fiesta contrasta con la documentación conservada en el Gremio de Carpinteros, que no cita la construcción de fallas en su víspera, sino la festividad religiosa del propio día 19.
La primera información que tenemos sobre las Fallas data de mediados del siglo XVIII, 1740. Algunas de las miles de hogueras que se encendían en las calles de Valencia se denominaron fallas. Eran monumentos satíricos y burlescos en los que se exponían a la vergüenza pública y se quemaban simbólicamente personas y situaciones de la calle o barrio donde se plantaba la falla. En su construcción participaban los vecinos de cada calle. Se empezaron a incorporar carteles alusivos a algún personaje conocido del barrio. Además, los niños iban de casa en casa pidiendo «una estoreta velleta» (una alfombra vieja), que se convirtió en un canto popular para recoger todo tipo de muebles y utensilios viejos para quemarlos junto a las fallas. En esta época, las fallas eran cajones altos con tres o cuatro muñecos vestidos con ropas de tela, y con caretas de cartón o las manos y caras de cera.
Disfrutar. Un fuerte abrazo, Paco Aviñó.
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