En el silencio de la noche, recostado en el sofá, con la luz tenue y escuchando la radio con los cascos puestos, suena la leve y serena voz de un hombre joven que con una calma absoluta en directo decía:
“Hoy 23 de enero de 2019, en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, invocando los artículos de la Constitución, ante Dios… Venezuela, juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como el Presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres”.
“Si desistimos todo ese esfuerzo se habrá perdido en vano, si insistimos y salimos a la calle por la libertad el sacrificio habrá valido la pena”.
¡Ostras! ¿Cómo puede ser? Este hombre se está autoproclamando presidente de Venezuela en la calle. Con esa sencillez y humildad, entre sus compatriotas, y de forma absolutamente legal según la constitución que ampara el pueblo de Venezuela.
Me pareció un momento único, con una trascendencia histórica y surgido como un pequeño nacimiento de agua que brota de un río transparente y esperanzador.
De igual forma que los españoles hemos influido en la decisión de apoyo en este momento único de la historia venezolana, también lo hemos hecho en otros aspectos como la cultura, el idioma, las costumbres y sobre todo, en la gastronomía a lo largo de los años.
Venezuela goza de una despensa natural variadísima. Tienen costa, llano, selva y montaña con lo que ello representa. Les encanta mezclar lo salado con lo dulce y los pilares en los cuales se fundamenta su cocina son la yuca, el maíz y el ají. Los frijoles completaron históricamente su dieta y su cocina está influenciada por la francesa, la inglesa y la española. En Caracas, al igual que en Valencia no hay restaurantes históricos con más de 30 años de trayectoria, quizás la gente aprecia mas lo foráneo y lo nuevo.
En 1930 el país se enriqueció gracias al petróleo, Caracas pasó de tener una población de 100mil habitantes aproximadamente a 2 millones. Desde esa época hasta los años ochenta, el recetario gastronómico de las casas y los restaurantes fue muy variado y florecieron grandes restaurantes. También llegó la cocina japonesa, la italiana y la norteamericana. La bonanza también trajo la comida rápida, necesaria en los momentos en los que se trabaja mucho y se tiene poco tiempo. Esta comida rápida, foránea y callejera no superó nunca la calidad de la nativa arepa que ya cumple con más de 5.000 años.
La historia de Venezuela después de los años ochenta ya es más que conocida. Progresivamente el recetario se ha reducido a una docena de platos y actualmente ya no hay alimentos para vivir, sino para sobrevivir.
El exquisito pan de jamón, la salsa inglesa, el pastel de polvorosa, el negro en camisa o el chocolate caliente son iconos del disfrute de sus gentes, ansiosas ahora de nuevos sueños y libertades. Libertad para poder desarrollarse, construir una sociedad moderna y poder trabajar bien. Si trabajas bien te gusta comer bien, si comes bien eres feliz. Esa es en mi opinión, la filosofía del verdadero pueblo Venezolano.
Paco Aviñó. Restaurante Genuí Golf Escorpión.